Torre de Aldeaseca de la Frontera (Salamanca) |
Acederas: Hojas alargadas, muy verdes y de un rico y suave sabor ácido, que gustaba comer a los niños en las praderas, recién cogidas. Brotaban en primavera.
Aguaderas: Armazón de mimbre, dividido en varios espacios, que instalado a lomos de un burro se utilizaba -entre otras posibilidades- para llevar cántaros de agua a los segadores en los veranos.
Arrecágeles (vencejos): Se solían cazar a latigazos en la primera parte de los veranos, al son de la trilla y limpia de las algarrobas, que provocaban una presencia muy abundante de estos pájaros en busca de gorgojos. Fritos estaban exquisitos.
Bobolina: Tras su recolección, las lentejas y las algarrobas debían ser asfixiadas, con el fin de matar los gorgojos. Para ello eran almacenadas en un local cuyas puertas se sellaban de forma hermética a base de engrudo y papel. La bobolina era el pesticida que se utilizaba habitualmente para la asfixia de los gorgojos.
Cardillos: Los cardos se comían cuando eran aún muy pequeños. Los cardos recién nacidos, de tonos verdes, se llamaban cardillos y eran como pequeñas escarolas rodeadas de picos muy tiernos, por lo que era necesario pelarlos, al estilo de la borraja. Se cocían y componían como la berza o el repollo y se comían con los garbanzos.
Cohetes: En primavera germinaban los cohetes, unos tallos finos y alargados, cuya flor en forma de cigarrillo se adhería fácilmente a los calcetines y otras ropas según caminabas por el campo. Los niños jugábamos a ponérselos a los demás en su espalda, sin que lo notasen. Había otro tipo similar, no adherente, que se desintegraba como un cohete al impulsar su zona distal con los dedos índice y pulgar de la mano derecha, mientras se sujetaba el tallo con la izquierda.
Collarbos: Las escobas recién brotadas se llamaban collarbos, unos tallos blancos y muy tiernos que se apreciaban mucho como ensalada y a los que no era necesario quitarles nada para ser comidos. Era suficiente con lavarlos.
Chichorra: Mitad mosto, mitad vino nuevo, era la probadura de la cuba. Es el mosto en mitad del proceso de fermentación; dulzón porque continúa siendo mosto, y con sabor a vino porque ya se está haciendo.
Lagarejo: Acción que consiste restregar un racimo de uva tinta sobre el rostro o sobre las partes íntimas del cuerpo. En el otoño tenía lugar la vendimia, que comenzaba a últimos de septiembre o primeros de octubre. Los carros iban y venían de las viñas, por el camino del monte, repletos de cestos de mimbre en los que se recogía la uva. Niños y mayores jugueteaban frecuentemente con las uvas. Uno de estos juegos consistía en restregar los racimos de uva tinta sobre el rostro de quienes bajaban la guardia, que a la menor distracción recibían un lagarejo en su cara.
Panecillos: Pequeños botones de color verde que recolectaban y comían los niños. De sabor muy agradable, crecían -entre otros lugares- en el entorno de la Iglesia.
Pámpanos (los llamábamos repámpanos): Flor de la acacia, de color blanco y sabor dulce. Todos los niños comíamos los “repámpanos” de la acacia que había a la puerta de la iglesia, junto al petril, a la izquierda según se sube..
Tornaderas: Arcos de hierro que anclados con una bisagra en la parte trasera del trillo, se volcaban sobre la parva para remover la mies en diferentes momentos de la trilla. Circulando “a velocidad punta” sobre la polvorienta parva, a los niños les gustaba apoyarse sobre las tornaderas, logrando con su peso que la mies se fuera “tornando”.
Volanderas: Hermosas florecillas de color entre azul y morado, con largo y fino tallo blanco, que arrancábamos de entre la hierba tirando suavemente con las manos. Crecían –entre otros lugares- en las eras del pueblo. También se llamaba volandera la arandela de hierro colocada en los extremos del eje de los carros, para sujetar las ruedas. Su sonido característico anunciaba la presencia de éstos por los caminos y calles.
Zapatillas: En el camino del monte, según se iba a las viñas, había unos arbustos que producían un fruto comestible al que llamábamos zapatillas. Eran de color rojo, como los escaramujos que producen los rosales silvestres (las zarzas), aunque más pequeñas y de mejor gusto que aquellos.
José Emilio Palomero Pescador