La universidad absurda, esa que termina valorando la conducta académica básicamente a través de una fuerte reducción que implica la publicación de artículos en revistas JCR |
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La fuerte compartimentación de la universidad (Greenwood, 2012) y su tradición simplificadora (Morín, 1995) constituyen un caldo de cultivo ideal para el campeo del absurdo.
Un buen ejemplo de este juego es la creciente asfixia a la que se somete a los miembros de la academia, para publicar en revistas indexadas en el Journal Citation Index (Urcelay y Galetto, 2011).
Bermejo (2014) lo expone magistralmente como ejemplo claro de servidumbre: los miembros de la academia implican su fuerza de trabajo para investigar con fondos estatales y redactan textos científicos; envían estos textos a las empresas propietarias de revistas bajo condiciones asombrosas: la propiedad pasa a ser de la empresa, que no solo no paga por el producto del trabajo sino que incluso puede llegar a cobrar por ello; y las instituciones de investigación terminan volviendo a pagar para acceder a las revistas cuyo contenido han nutrido.
El panorama supera el simple absurdo y queda notablemente exagerado al observar los sistemas de regulación del contexto académico. Todo comienza cuando gobiernos nacionales y entidades económicas supranacionales se alían para planificar el comportamiento de las universidades (Jarab, 2008).
Deciden entonces orientarlas hacia las necesidades mercantiles (Andrés y Manzano-Arrondo, 2004) y establecen un férreo sistema de control que mantiene en una constante sensación de inseguridad a los miembros de la academia (Ball, 2003), como no respondan positivamente a las reformas.
El control se concreta a través del lucrativo negocio de la evaluación de la calidad (Miguel y Apodaca, 2009), que termina valorando la conducta académica básicamente a través de una fuerte reducción que implica la publicación de artículos en revistas JCR (Mateo, 2012).
En definitiva, la fortaleza de la institución de educación superior para cambiar el mundo queda no solo anulada, sino que se orienta hacia la connivencia con los agentes que han transformado el planeta en un inmenso espacio de negocio. En el camino, la universidad se desnaturaliza, se prostituye y se hunde en una suma de movimientos individuales de autosalvación.
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