Introducción
Es sabido que la problemática del deterioro ecológico ya viene siendo planteada desde finales del siglo xix y, sobre todo, a partir de los años 70 del pasado siglo, justo cuando está en su máximo apogeo el crecimiento de la economía mundial. La síntesis es máxima pero podemos decir que, tras la segunda Guerra Mundial, se había ido incrementando a un ritmo vertiginoso una industrialización máxima, no solo en los países capitalistas y en los socialistas, sino también en los eufemísticamente llamados en vías de desarrollo; tanto para la producción de productos primarios como, y sobre todo, en los manufacturados que se multiplicaron por cuatro o más, según recoge Hobsbawn. Industrialización que obviamente era posible por el enorme consumo energético basado, casi exclusivamente, en los combustibles fósiles. Y así «hubo un efecto secundario de esta extraordinaria explosión que apenas si recibió atención aunque, visto desde la actualidad, ya presentaba un aspecto amenazador: la contaminación y el deterioro ecológico» (Hobsbawn, 2011: 264).
En general se considera que, a partir de los mencionados años 70, empieza a oírse la voz de alarma porque ya es innegable el smog sobre las grandes ciudades, y porque los estudios científicos sobre la capa de ozono y otros factores de destrozo ambiental eran incuestionables. Así que cada vez cobran más fuerza distintas corrientes y propuestas, tanto desde la vertiente académica como desde los movimientos sociales (como el activismo ecológico), desde ese último tercio del siglo xx, como el movimiento de ecoresistencia, movimientos liberacionistas de la Tierra y de los animales, anticapitalistas, anarquistas verdes, ecologistas profundos, ecofeministas, antiglobalizadores...
En todo caso, esta efervescencia o inquietud hacia los temas medioambientales denota que va calando en la sociedad la necesidad de un cambio de mentalidad con respecto a la relación entre los seres humanos entre sí y entre estos y su entorno. Este cambio no va a venir, obviamente, desde un planteamiento puramente científico (y tecnológico) en un periodo en el que hay que replantearse la necesidad de poner límites de carácter práctico y ético a la investigación científica (como Italo Calvino adelantaba en 1952, en su Vizconde demediado, en la figura de Pietrochiodo, el carpintero de la corte). Se configura, por lo tanto, como un problema sin duda político y social de primera magnitud, que encuentra en el ámbito educativo su principal vía para la búsqueda de soluciones y para la consecución de un cambio en las generaciones del futuro.
Por ello la educación debe, cada vez más, conseguir formar ciudadanos plenamente conscientes de su estar en el mundo, y de su responsabilidad desde y ante su entorno no solo inmediato, sino también a una escala mayor, planetaria incluso. El sentido de pertenencia a un mundo global que es transmitido por los medios de comunicación y que se hace posible gracias a las TICs –poniendo en contacto gentes de un diminuto pueblo andaluz con alguien que habita en el centro de Tokio, por ejemplo– tiene connotaciones para las que hay que ir preparando a los más jóvenes.
En este sentido, el trabajo de David Orr, quien publicaba en el año 1992 –mucho antes de la aparición de Internet como una herramienta al alcance de los ciudadanos- su Ecological Literacy. Education and the Transition to a Postmodern Word, es considerado un referente imprescindible.
Students need opportunities to work together, to create, to take responsibility, and to lead in a comunity setting without which they are unlikely to comprehend the full meaning of virtue, ecology, or community. Finally, the subject of virtue needs to become a part of what we talk about with clarity and understanding. To do so will require the reintroduction of moral philosophy throughout the contemporary curriculum (Orr, 1992: 183).
A través de su paso por el sistema educativo, a lo largo de los distintos niveles, el aprendiz debería poder conjugar la información que recibe por otros infinitos soportes externos, con la formación a la que accede en el aula y cuyo contenido tiene, obviamente, que revisarse. Esa necesidad de trabajar juntos que reivindicaba Orr se extiende hoy no solo al compañero de pupitre, sino a todo aquel con el que se pueda establecer una relación cómoda a través de las nuevas redes sociales virtuales. Al ampliarse notablemente el número de conocidos se amplía también el número de realidades con las que se entra en contacto, con sus elementos positivos y negativos. Interlocutores muy lejanos entienden que deben hacer suyo también el problema del otro lado del planeta.
Lo malo de la situación actual es que, en lo que respecta al sistema educativo, en esa necesidad de incluir nuevos contenidos en el currículum han irrumpido sin cortapisas las TICs, pero no se han incrementado, sino todo lo contrario, los contenidos de filosofía y otras materias (educación para la ciudadanía, etc.) que son necesarias para poder «comprehend the full meaning of virtue, ecology, or community» reclamados por Orr.
Hacia un mundo sostenible
Con todo lo expuesto en el apartado precedente, la actualidad de la temática es incuestionable; ha conseguido ascender desde las repetidas llamadas de atención de los primeros ecologistas y se extiende por todos los ámbitos de la sociedad como denuncia y con propuestas de cambio. El canadiense Ian Agnus, en su notable Facing de Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System (2016), plantea precisamente el poder del hombre hoy como fuerza equiparable a las de la naturaleza: meteoritos, volcanes, etc., para alterar el sistema Tierra, tanto que estaríamos ante un cambio de Era: tras el Holoceno, tendríamos que empezar a hablar del Antropoceno. Es decir: no podemos seguir minimizando las consecuencias de la acción del ser humano sobre el planeta.
Parece claro que, sean cuales sean las respuestas a la situación en que nos encontramos, todas pasan por tener muy en cuenta a la naturaleza. Veamos en 2015, por presentar un ejemplo muy concreto, la extraordinaria (y criticada) exposición del arquitecto belga Luc Schiten titulada Ciudad vegetal (Colysée de Lambersart). En ella se presentaba una ciudad futurista, crítica con la forma de planificación urbanística previa, planificación que no habría respetado en absoluto el entorno en que se desarrolla ni habría tenido en cuenta la explotación desmedida de los recursos naturales. La novedosa propuesta de Schiten pasa por una observación de la naturaleza para incorporar sistemas energéticos renovables y estructuras inspiradas en el mundo vegetal.
Se trata de hacer ciudades para las personas, y eso implica el respeto y conocimiento del medio ambiente. Derivada de esta propuesta, el proyecto presentado por el estudio del mismo Schuiten en junio de este año 2017, Archi-Human project, es una experiencia piloto (inicialmente para Bruselas) para tratar de ubicar a personas sin techo en edificios construidos sobre otros en ruinas o en mal estado, viviendas concebidas de la manera más sostenible posible: integrar a estas personas en la vida del barrio a través de una propuesta multidisciplinar con un equipo que integra educadores, asistentes sociales, psicólogos, enfermeros, médicos... a la par que se consigue renovar espacios abandonados y desagradables para transformarlos en zonas de alta calidad medioambiental.
En este brevísimo recorrido multidisciplinar no podía faltar un agente de extraordinaria difusión como es el cine, que lleva tiempo dando voz a muchos elementos de la problemática relación del ser humano con el mundo natural. En Madrid, por ejemplo, una iniciativa necesaria como Cine por el medio ambiente - Another way film Festival se presenta como el primer festival de cine documental y de progreso sostenible de Madrid (2017), es una muestra más de querer hacer partícipe al público de esta problemática, participación no solo en la asistencia a las proyecciones sino en los debates organizados después de cada una de ellas. Implicar a las personas en la búsqueda de soluciones y en la aplicación de las mismas.
Ch. Schwägerl, C. Hamilton, C. Bonneuil y F. Gemmenne son algunos de los investigadores pioneros que destacan este poder del hombre como agente de cambio realmente trascendente sobre el planeta Tierra. Véase el interesante debate entre partidarios del término antropoceno frente al de capitaloceno, en Alan Thornett (2016).
En el campo de la literatura, la teoría literaria se ha volcado con el movimiento ecocrítico, sobre el que no nos extenderemos pues aparece en otros ensayos del presente monográfico. No obstante, sí queremos adelantar la importancia que ha tenido y tiene este movimiento crítico en el análisis, por ejemplo, de la evoluciónen la percepción de la naturaleza y en la forma de aprehenderla en los textos literarios, como observa Redondo Olmedilla (2012), y la necesidad de articular esta corriente teórica con la didáctica de la literatura, esfuerzo que se verá reflejado en algunos de los trabajos presentados en este número.
La demanda de una educación para la ecología
Es necesario llevar de manera destacada, a todos los miembros del sistema educativo, diversas propuestas que les hagan tomar conciencia de la necesidad de crear un mundo habitable para todos. Y hacer, de cada uno de los miembros, agentes que participen como elementos activos en la definición de dicho proceso. Es urgente la necesidad de repensarnos a nosotros mismos cuestionando la construcción del sujeto como consumidor (terrible término deshumanizador) para entenderlo como activista. Es importante dejar de vernos a nosotros mismos como seres etiquetados pasivos, sin más, para reivindicar nuestro papel como sujetos que forman parte de una sociedad, que quieren contribuir a la construcción de la misma.
Desde la Pedagogía social, "Leer el mundo con letras ambientales: un quehacer cívico y pedagógico en la formación del profesorado"es la propuesta … Notas tomadas del artículo de Mar Campos Fernández-Fígares y Aitana Martos García (2017). Lectura, ecología y educación: desafíos en la formación del profesorado. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado (ISSN 0213-8646 | E-ISSN 2530-3791), número 90(31.3) (Diciembre 2017), pp. 15-25. (Pulsar aquí para continuar leyendo este artículo. Texto completo en abierto).
_______________________
Las profesoras Mar Campos Fernández-Fígares y Aitana Martos García (Universidad de Almería), han coordinado el número 90 (31.3) de la RIFOP, Diciembre de 2017, en el que se publica una monografía titulada "Lecturas, ecología y educación: nuevas perspectivas para la formación del profesorado", disponible desde aquí a texto completo en abierto.