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Cómo amanso a mis fieras. Estrategias para mejorar la convivencia en clase a través de la música

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No se trata tanto de qué hacemos para enfrentarnos a los casos de violencia, como de qué hacemos para convertir nuestros centros en espacios adecuados para el aprendizaje de la convivencia (Fernando Savater, El Valor de Educar). 

Escrito con un lenguaje sencillo, ameno y descriptivo, Cómo amanso a mis fieras constituye toda una demostración de lo que es la Musicoterapia en el ámbito educativo, así como un manifiesto a favor de la paciencia, del sentido del humor, del juego y de la música como elementos fundamentales para aprender habilidades sociales y emocionales.

Ante el incremento de los problemas de convivencia en el aula, ambientes hostiles, conductas inapropiadas y un enrarecimiento del entorno que dificulta cada vez más el proceso de enseñanza-aprendizaje, se hace necesaria la búsqueda de nuevas alternativas que apacigüen el ánimo de los adolescentes, técnicas que favorezcan el autocontrol y la canalización de tensiones en lugar de la represión, el enfrentamiento y las posteriores explosiones fuera de lugar.

Debido al número tan elevado de alumnos por aula, la mezcla de culturas, la integración del alumnado con necesidades educativas especiales, las diferentes formas de pensar y de expresarse, los distintos niveles económicos, sociales y culturales, etc., diariamente suelen producirse fricciones en las aulas de la ESO, sobre todo en los cursos menores: 1º y 2º. Los profesores y profesoras, por lo general, no estamos preparados para abordar este tipo de conflictos y nos encontramos desbordados ante situaciones que se nos van habitualmente de las manos.

Este proyecto parte de la iniciativa de una profesora de Música que cree que si incorporamos técnicas y estrategias propias de la Musicoterapia al ámbito educativo, podremos crear un ambiente de estudio más agradable, menos tenso, que propicie una buena convivencia y establezca las condiciones adecuadas para que se produzca un aprendizaje efectivo durante la mañana y no una pérdida de tiempo resolviendo cuestiones relacionadas con el comportamiento del alumnado.

Este trabajo responde a esa necesidad de estrategias, de técnicas y herramientas que pueden contribuir a paliar los efectos negativos que el profesorado se está viendo obligado a sufrir en su profesión. Se trata pues, del producto de una investigación y de una descripción de experiencias que ya han sido utilizadas en clase con varios grupos que se presentaban bastante reacios a aprender nada.

Mediante la explicación de estas estrategias, se pretende, en la medida de lo posible, dotar a los docentes de nuevas herramientas para emplear en el aula cuando se produzca una disfunción de la convivencia, interviniendo en el contexto educativo con un modelo preventivo que cree el ambiente necesario para el estudio y el aprendizaje.

En numerosas ocasiones, la puesta en práctica de estas experiencias de forma previa al comienzo ordinario de las clases ha sido prácticamente imprescindible, ya que el grupo al que había que impartirle clase se negaba en rotundo a iniciar cualquier actividad relacionada con el ámbito escolar (casos de institutos en los que se agrupa al alumnado desmotivado, repetidor y con problemas de conducta en el mismo grupo-clase) y era imposible establecer ningún tipo de acercamiento o conexión entre el profesorado y el alumnado.

A través de estas estrategias, que consideraban juegos, se logró mejorar considerablemente la actitud en clase de estos alumnos y su predisposición a colaborar con el profesor a la hora de iniciar alguna actividad escolar, combinando así una sesión de «juego» con otra de trabajo o incluso mezclando ambas con el fin de premiar el esfuerzo realizado, es decir, para expresarlo claramente: trabajábamos durante media hora y en la siguiente media hora «jugábamos», pero el trabajo tenía que estar bien hecho, si no, no había juego.

De esta manera, se consiguió que el alumnado controlase en gran parte sus comportamientos violentos, puesto que no sentía la presión de un profesor autoritario que amenazaba, gritaba y se enfadaba constantemente porque «con estos niños no se puede hacer nada» (se trataba de alumnos que ni siquiera llevaban material escolar al centro y que acudían simplemente porque sabían que si no lo hacían, el centro daría parte a servicios sociales y tendrían problemas).

Cuando poníamos en práctica estas estrategias, los adolescentes sentían que se intentaba que se encontrasen bien en clase, que se alternaba el trabajo con el «entretenimiento» porque en realidad no importaba tanto la productividad, sino el aprendizaje correcto y cuestiones como el civismo, el respeto y la gestión de las propias emociones. Todos comprendimos que sin estos pilares básicos, el libro de texto y la programación didáctica no servían para nada. Así que comenzamos a trabajar desde otra perspectiva: fuimos «la gota que pule la piedra», con paciencia, técnica, estrategia, organización, constancia y sentido del humor.

Por todo esto, este libro servirá no sólo al profesorado de Música, sino al profesorado en general que quiera experimentar utilizando prácticas relacionadas con la Musicoterapia e irlas introduciendo en sus clases como rutinas para mejorar la convivencia, la motivación, el control de las emociones, la atención o la concentración y crear un ambiente en el aula que propicie el trabajo diario, la integración del alumnado, el trabajo en equipo, la adquisición de las competencias básicas y la superación de los objetivos marcados.

No se trata de poner en práctica experiencias musicoterapéuticas dentro del aula de música, del gimnasio o de nuestra propia clase ordinaria, ya que no somos musicoterapeutas ni podemos organizar un trabajo exhaustivo con las características que presenta nuestro alumnado y el elevado número de componentes que tenemos en cada grupo. Sin embargo, sí podemos usar técnicas que frecuentemente se utilizan en una sesión de Musicoterapia, adaptarlas al colectivo con el que nos encontramos, combinarlas con dinámicas de grupo y realizar una aproximación a la Musicoterapia en el ámbito educativo.

De manera que, aunque a lo largo de las explicaciones que se ofrecen en el texto se haga referencia a la experiencia musicoterapéutica o al musicoterapeuta, no debemos olvidar que nosotros en realidad no somos musicoterapeutas profesionales, sino profesores que utilizan estrategias propias de la Musicoterapia y las adaptan al ámbito educativo combinándolas con otras técnicas que pueden ser propias de la animación sociocultural o de corrientes como la sugestopedia o el psicodrama, para mejorar la convivencia en clase y aspectos como el autocontrol, la gestión de las emociones, la relajación o la concentración.

La información que aquí se ofrece, tanto en la parte correspondiente a los preparativos (la labor previa que hay que realizar con el alumnado y con nosotros mismos antes de comenzar las dinámicas descritas), como en la correspondiente a la puesta en práctica (descripción de las dinámicas) y en los anexos (que son muy útiles tanto por lo detallado que se describen los acontecimientos, como por lo que van a servir como referencia para prever lo que puede ocurrir en clase cuando os embarquéis en la realización de este tipo de actividades) pueden desarrollarse tanto en las clases de Música como en las horas de Tutoría, Educación Física, horas de guardia, de estudio asistido, etc., ya que no son imprescindibles los conocimientos musicales.

Tan solo hace falta un poco de motivación de la que queremos transmitir a nuestro alumnado y ganas de crear buen ambiente entre los miembros de un grupo que luego nos lo va a agradecer con su actitud receptiva en clase. 

(Texto remitido por la autora del libro, Almudena Ocaña Arias)


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